miércoles, 28 de enero de 2009

LAS BUENAS PALABRAS

A veces cuando a uno le da por pensar un poquito y reflexionar sobre aquello que observa a su alrededor, por aquello que nota a su lado, se da cuenta, que una de las cosas que más le aplastan son las buenas palabras.
Quizás por el ámbito laboral en el que me muevo, hay una sobre explotación de las mismas y finalmente acaban gastadas como unos viejos zapatos demasiado usados en los que aparecen los dedos gordos de los pies después de haberse roto la unión entre la suela y la parte que nos protege y nos abriga el pie.
Es en ese momento, cuando uno nota el frío en los pies, cuando intentas levantar el rostro y observar los de las personas que te rodean, de descubrir que es lo que hay más allá de la mirada que ves, de los misterios que esconden los ojos que te miran e intentas saber que mundos habitan en ellos, en ese momento, el silencio te aborda como un muro.
Un muro desde el que no es posible ver nada y sientes una especie de desasosiego en el corazón que te invade con una maraña de sensaciones de mil formas y colores como si fuese una mala película del oeste, en el que sólo cohabitan dos tipos de personajes: los buenos y los malos.