domingo, 20 de septiembre de 2009

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Soneto LXIV


De tanto amor mi vida se tiñó de violeta
y fui de rumbo en rumbo como las aves ciegas
hasta llegar a tu ventana, amiga mía:
tú sentiste un rumor de corazón quebrado.


Y allí de las tinieblas me levanté a tu pecho,
sin ser y sin saber fui a la torre del trigo,
surgí para vivir entre tus manos,
me levanté del mar a tu alegría.


Nadie puede contar lo que te debo, es lúcido

lo que te debo, amor, y es como una raíz
natal de Araucania, lo que te debo, amada.

Es sin duda estrellado todo lo que te debo,
lo que te debo es como el pozo de una zona silvestre
en donde guardó el tiempo relámpagos errantes.



Pablo Neruda (Cien Sonetos de Amor)