sábado, 1 de enero de 2011

APOCALYPTICA & ARTUR LUNDKVIST



Soy un hombre que mira desde un puente
y se ve reflejado en el agua que corre,
no me reconozco, podría ser cualquier caminante,
soy un hijo que intentó ser su propio padre,
una blasfemia contra todo el origen,
igual que un árbol yo no tengo historia,
simplemente he crecido a mi manera, con el viento o contra él,
por todas partes he intentado amar las piedras
y encontrar el mismo color de ojos en todas las aguas,
quizá sea el hambre mi verdadera herencia,
un hambre sin consuelo o confianza,
hambre en sí que es hambre en mí,
un lobo que encuentra su nieve en todas partes.

Soy un hijastro de este país,
nunca vuelvo a casa, ando errante en círculos,
hijastro sin tubérculo alguno que desenterrar de la tierra,
apenas se abre un momento la niebla
y cierra una verja, siluetas tiznadas sobre un día lechoso,
voces irreconocibles atruenan en la lejanía
sin producir eco,
el hielo deja que se hundan las piedras con un suspiro
como cuando el aire sale de la masa que está fermentando,
pero es un suspiro que no se dirige a mí.

El paquete de agujas del pensamiento brilla
como si yo estuviese en la orilla de un lago a contraluz,
pero la tierra se esconde bajo los árboles,
hasta que el bosque no me deja ver los árboles,
el camino avanza elevado como un dique,
el tráfico alborota entre las copas de los árboles,
la granja está allá abajo entre la verde maleza
y se lame sus heridas,
el último caballo encanecido hace reverencias
ante la puesta del sol como una niña
que hubiese envejecido,
y el viento silba en el pestillo de un quicio sin verja.


ARTUR LUNDKVIST

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