sábado, 1 de enero de 2011

DE LA DESGRACIADA MUERTE DE LOS INFANTES DE LARA Y PRISION DE SU PADRE GONZALO GUSTIOS EN CÓRDOBA


El año de 834, en tiempo del rey Don Alonso el Magno, vivía el famoso conde don Diego Porcelos que pobló Burgos. Este caballero tuvo solo una hija, doña Sula, a quien otros llamaban doña Bella, que caso con Nuño Belchides, caballero alemán, hijo del que vino de su tierra a las guerras contra moros, de Milán de Anglesis, hijo del rey de Inglaterra y de Berta, hermana de los reyes de Francia; y fue excelente en ellas. Tuvieron los dos, Nuño Belchides y doña Bella, hijos: primero a Nuño Rasura, juez de Castilla de quien vienen los reyes de Castilla y otros grandes, y segundo a Gustios González, padre de Gonzalo Gustios que casó con doña Sancha, hermana de Don Ruy Velázquez, que llaman de la Hoz de Lara. De la Hoz porque en Castilla llaman hoz a la estrechura de montañas y peñas por donde se entra algún río habiendo corrido antes por tierra llana, como se ve hoy junto al lugar de Lara que era suyo, en el río Arlanza, llamado el de Salas por tener allí su señorío.

Tuvo siete hijos de su mujer doña Sancha Velázque de Lara, a quien llamaron los siete infantes de Lara. Vivían, en este año de 986, bien famosos en armas y gentileza con la buena crianza de su ayo Nuño Salido. Armólos a todos caballeros el conde Garci Fernández de Castilla, su primo. En un día, como lo refiere la Crónica General, casándose en Burgos su tío Ruy Velázquez con doña Lambra, prima del conde Garci Fernández, fueron las fiestas bien grandes y el concurso a ellas de gentre principal. Hlláronse presente Gonzalo Gustios con los infantes, sus hijos.Encendióse una cuestión por bien pequeña causa entre Gonzalo Gustios de Lara, el menos de los hermanos, y Álvar Sánchez, primo hermano de la desposada. Quedó éste algo cargado aunque no mostró tanto sentimiento como su tía, que llegando a Barbadillo, donde le acompañaron los infantes, mandó a un esclavo le tirase un cohombro mojado en sangre, injuria y ultraje conforme a la costumbre de España. El esclavo se quiso valer de su señora; no le valió porque en su mismo regazo le quitaron la vida. Jurósela doña Lambra, venido su marido le enojo de manera contra sus sobrinos que comenzó a tratar de veras su muerte. Parecióle conveniente, con muestras de paz y benevolencia, armar sus lazos a los que pretendía matar. Primeramente dio orden que su cuñado Gonzalo Gustios fuese a Córdoba, la voz era para cobrar ciertos dineros que el rey moro le había prometido, la verdad para que fuese muerto lejos de su patria, lo cual rogaba al rey moro que hiciese. En llegando a su presencia iban las cartas de Ruy Velázquez escritas en arábigo, por mayor disimulación. El rey Hixen era de su natural piadoso enemigo de derramar sangre, compadecióse de las canas de hombre tan principal y dióle las cartas leyéndolas. Gonzalo Gustios agradeció al rey la merced que la hacía de la vida, espantado de la traición, y diose para quedar en prisión aunque algo libre. La "Crónica General" dice que se dio el cargo del preso a su hermana del rey moro; otros, y es lo más cierto, refieren entró varias veces a verle con otras damas con deseo dejase la fe de Cristo y se hiciese moro para casarse con él. La afición y amor creció, los regalos de la infanta facilitaban la prisión, que se hizo dolorosa y triste con el desastrado suceso de sus hijos, porque Ruy Velázquez, prometiendo favor y ayuda a Almanzor para las guerras de León y Castilla, le pidió enviase mil soldado contra un escuadrón que él metía por tierra de moros, no con ánimo de hace lo que debía a caballero sino de meter a los infantes sus sobrinos en alguna celada donde fuesen muertos. Saneados los agarenos del engaño dejaron entrar a Ruy Velázquez corriendo la tierra llevando consigo a sus sobrinos, irritado de la prisión del padre que ellos iban a vengar. Llegaron cuatro leguas de Córdoba a un hermoso llano que abren las sierras, junto al famoso castillo de Albacar, llamado campos de Arabiana, como refiere Ambrosio de Morales, aunque Mariana dice los llevo a los campos de Arabiana, cerca de Almenara, en las faldas del Moncayo. Está en contrario la contradicción a quien se debe grande crédito que afirma fue la batalla junto a Córdoba en el lugar dicho, donde a 10.000 moros que salieron acometió el escuadrón de los siete infantes con otros 200 caballeros que llevaban la vanguardia. Peleaban con los enemigos estando a vista Ruy Velázquez con su escuadrón sin querer menearse a ayudarles. Habiendo peleado como buenos, no pudiendo llevar adelante el peso de la batalla, se recogieron en el castillo y enviaron a pedir favor al impío y cruel de su tío. El no sólo lo negó, pero impidió a 1000 caballeros fuesen a ayudarles, estando resueltos de hacerlo, aunque no pudo resistir a Aziz, con cuya venida volvieron a la batalla dos días, pero al fin fueron presos y heridos muy mal de la multitud de los moros. Las cabezas de los siete infantes de Lara con las de Nuño Salido, su ayo, llevaron a Córdoba. El rey Hixen las envió a Gonzalo Gustios a la prisión donde estaba. Reconociólas el buen padre e hizo sobre ellas un lastimoso llanto con las tristes endechas que en estos años han cantado tan aguda y curiosamente mil castellanos poetas. Consoláronle en su pena y congoja muchos caballeros moros, y entre ellos el mismo rey que lastimado del suceso le dio libertad y, con muchos dones, le envió bien acompañado a su tierra. Cuando se hubo de partir, despidiéndose de la infanta hermana del rey, quebró una sortija y dejándole la mitad de ella él se llevó la otra mitad, pidiéndole después, quedaba en días de parir, que le que saliese a luz, pues era hijo de ambos, que esa licencia dio la conversación, se lo llevase a Castilla para que él lo prohijase. Nació poco después aquel grande caballero Mudarra González de Lara, tan famoso en las historias de castellanos, de quien diremos en el capítulo siguiente juntándolo con su padre, aunque su historia pretendíamos adelante.

En Córdoba hasta ahora se conserva la memoria de una casa que llaman de las Cabezas, donde dicen fue la cárcel de Gonzalo Gustios. En ella se pusieron la de los siete infantes por insignias de tan mal trofeo. Los cuerpos se llevaron a San Pedro de Arlanza o San Millán en Castilla.



Fuente: Historia General de Córdoba de Andrés de Morales
Adelina Cano Fernández // Vicente Millán Torres
Edita: Ayuntamiento de Córdoba

APOCALYPTICA & ARTUR LUNDKVIST



Soy un hombre que mira desde un puente
y se ve reflejado en el agua que corre,
no me reconozco, podría ser cualquier caminante,
soy un hijo que intentó ser su propio padre,
una blasfemia contra todo el origen,
igual que un árbol yo no tengo historia,
simplemente he crecido a mi manera, con el viento o contra él,
por todas partes he intentado amar las piedras
y encontrar el mismo color de ojos en todas las aguas,
quizá sea el hambre mi verdadera herencia,
un hambre sin consuelo o confianza,
hambre en sí que es hambre en mí,
un lobo que encuentra su nieve en todas partes.

Soy un hijastro de este país,
nunca vuelvo a casa, ando errante en círculos,
hijastro sin tubérculo alguno que desenterrar de la tierra,
apenas se abre un momento la niebla
y cierra una verja, siluetas tiznadas sobre un día lechoso,
voces irreconocibles atruenan en la lejanía
sin producir eco,
el hielo deja que se hundan las piedras con un suspiro
como cuando el aire sale de la masa que está fermentando,
pero es un suspiro que no se dirige a mí.

El paquete de agujas del pensamiento brilla
como si yo estuviese en la orilla de un lago a contraluz,
pero la tierra se esconde bajo los árboles,
hasta que el bosque no me deja ver los árboles,
el camino avanza elevado como un dique,
el tráfico alborota entre las copas de los árboles,
la granja está allá abajo entre la verde maleza
y se lame sus heridas,
el último caballo encanecido hace reverencias
ante la puesta del sol como una niña
que hubiese envejecido,
y el viento silba en el pestillo de un quicio sin verja.


ARTUR LUNDKVIST