sábado, 5 de mayo de 2018

A VECES


A veces, en algunas ocasiones,
quisiéramos vivir la vida del otro,
la vida de aquel
que de forma fugaz,
se sienta a nuestro lado,
quisiéramos aprender sus palabras,
sus gestos,
sus reacciones,
quisiéramos ser él, sin más,
y olvidarnos del yo,
de aquel que sostiene,
nuestra carne y nuestros huesos,
quisiéramos olvidarnos del rumor
de las palabras,
aquellas que como gritos
de gaviotas enfurecidas
saltando al vacío
de un mar gris y embravecido,
se engarzan como perlas
entre los huecos vacíos,
de las horas perdidas
aprendiendo los movimientos
del mecer de las olas
entre las piedras desgastadas
por el tiempo,
quisiéramos olvidar el sonido metálico
del chirriar desgastado de los frenos
de los transportes públicos
que se afanan por atrapar el segundo final
de la noche que termina,
del bostezo de los búhos
que ven llegar la mañana,
sin haberse llevado
un espumoso trozo de carne a la boca
con el que calmar el hambre.

A veces, sólo en algunas ocasiones,
tenemos la oportunidad inapreciable,
de ser nosotros,
de ser capaces de sentir
el paso fugaz de una lagrima
por nuestro rostro
acariciando nuestra piel agrietada,
sólo en algunas ocasiones,
somos capaces de reconocernos
entre los reflejos opacos de espejos
en los que manchas grasientas
hacen mella y forman leves surcos
en los que de forma imperceptible,
el leve sentir del tiempo,
se muestra como el compañero
fiel e inexorable
al que rendirle la pleitesía
de aquel que nos ha acompañado
a lo largo de nuestros días.

A veces, queremos ser la vida de otro
y en algunas ocasiones,
dejarnos llevar
por las emociones que no nos pertenecen
como si caminásemos,
despacio,
lentos,
por algún camino
donde no existen ni los baches,
ni las piedras
que como afiladas cuchillas
encontramos en nuestro camino.

AMADO mayo 2018